Nataly Berhumea

Lic. en Administración Pública, Auxiliar de enfermería. 

Nunca pensé que un día iba a ser migrante. En mi juventud me veía luchando desde mi trinchera para mejorar a mi país. Fui tan ingenua y atrevida que llegué a pensar que migrar era el camino fácil y que quedarse en México, luchar en México, trabajar por México era mi destino, soñaba con ayudar a mi país. Por eso estudié ciencias políticas.

Luego me enamoré, migré y renací.

Cada año que he vivido en España he ido aprendiendo. Aprendí a hablar, a saber que los tacos españoles no se comen; aprendí a comer, a descubrir que las aceitunas no me gustan, pero adoro el jamón ibérico; aprendí a caminar sin perderme y a perderme y encontrarme; volví a los estudios y emprendí otra carrera; aprendí a relacionarme a la española. En fin, encontré una forma de vida y una vocación por ayudar a los más vulnerables; hice amigos que se convirtieron en familia, y en medio de todo esto aprendí que migrar es todo menos un camino fácil. Es el camino valiente, el camino solitario, el camino intrépido, el camino guerrero, mi camino de integración, que hoy, diez años después, tengo la sensación de que no he terminado de recorrer, porque me sigo sintiendo recién bajada del avión y cuando la gente me pregunta ¿de dónde eres? ya tengo la boca llena de México.

 Vivir en otro país es el mestizaje de nuestros tiempos. Nací y crecí en México, soy mexicana en mente y alma, pero en España volví a nacer y volví a crecer y ahora también soy española de cuerpo y corazón

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