Mi proceso migratorio inició en mí mismo país siendo muy pequeña y aunque alejarme de mi familia ya se me hacía cuesta arriba en ese entonces, no imaginaba que tiempo después acabaría aumentando las distancias para cambiar también de país.

Cuando llegué a España no tenía ninguna expectativa sobre el cambio, y al mismo tiempo tampoco tenía certeza sobre el tiempo que me quedaría aquí. Para ser honesta, la decisión de quedarme ocurrió tan rápido que no fui capaz de procesar que me estaba enfrentando al mayor reto de mi vida. 

Los primeros años, como era de imaginarse, no fueron fáciles. Un cambio de idioma, costumbres y la imperante necesidad de tener que reinventarse profesionalmente en un país sin una red de contactos ni soporte, fueron el principal foco de mi estancia. Mi fisonomía implicó algunos desafíos adicionales.

Hoy en día estoy orgullosa del lugar que me he forjado, agradecida de poder haberlo hecho en este país y por las personas. como mi hijo, que me han acompañado.

Migrar no siempre es una elección, a veces viene forzado por las situaciones excepcionales y no siempre nos podemos ver acompañados. Resiliencia y reinvención son poderosos motores de acción. Personalmente me siento motivada para poder tender una mano a las mujeres que, como yo, ahora